La parálisis facial es una condición médica que afecta los músculos de la cara, causando debilidad y, en otros casos, pérdida total o parcial de movimiento muscular voluntario en un lado de la cara. La parálisis facial ocurre cuando se produce un fallo en el nervio facial, impidiendo que este transmita las órdenes nerviosas a los músculos de la cara.
Existen dos tipos de parálisis facial: la parálisis facial central que se produce por una lesión en el cerebro (no a nivel del nervio), afectando solo la mitad inferior de la cara; y la parálisis facial periférica (a nivel del nervio) que, a diferencia de la anterior, puede afectar todos los músculos de la cara.
¿Cuáles son sus síntomas?
Generalmente el proceso de la parálisis facial se da en unas pocas horas y, en ocasiones, puede tardar entre 24 y 48 horas para establecerse. Sus síntomas pueden variar en intensidad y se manifiestan básicamente en la incapacidad para mover los músculos de un lado de la cara generando asimetría en el rostro, lo cual incluye imposibilidad para levantar la ceja, dificultad para cerrar el párpado con afectaciones en el lagrimeo, incapacidad para sonreír, alteraciones en el habla, caída de saliva y, en algunos casos, el oído de la parte afectada experimenta mayor sensibilidad a los sonidos, entre otros.
¿Cuáles son sus causas?
Las causas pueden ser diversas y depende del tipo de parálisis que esté afectando al paciente. En el caso de la parálisis facial periférica, una de las causas más comunes es la parálisis de Bell, también conocida como parálisis facial idiopática. Su causa es desconocida, pero existen hipótesis que apuntan a que puede originarse por una inflamación del nervio producida por un virus de la familia herpes simple.
Además de esta causa, existen otras que pueden generar una afectación en el nervio facial como traumatismos craneales con fractura del hueso temporal, enfermedades autoinmunes, infecciones virales, lesiones por tumores a nivel del ángulo pontocerebeloso, tumores del oído medio, tumores de la parótida, agentes tóxicos, accidentes quirúrgicos y el Síndrome de Moebius.
En casos donde la parálisis facial se produce a nivel del cerebro, sus causas pueden ir desde un infarto cerebral, tumor en el cerebro, malformación vascular cerebral, entre otras.
¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico de la parálisis facial implica una evaluación detallada por parte de un médico especialista, el cual revisará la funcionalidad de los músculos de la cara y posteriormente ordenará una serie de pruebas que servirán para identificar el grado de afectación. Se pueden realizar pruebas neurológicas, como la electromiografía, para evaluar la actividad eléctrica de los músculos faciales en respuesta a un estímulo y la velocidad para conducir los impulsos eléctricos a lo largo de un nervio. Adicionalmente, se pueden realizar estudios de imágenes, como resonancias magnéticas o tomografía computarizada, para descartar otras posibles causas, como tumores o fracturas en el cráneo.
Otras pruebas que posiblemente recomendará el especialista son el Test de Schirmer, para medir la cantidad de lágrimas que producen ambos ojos, prueba de salivación, pruebas auditivas y análisis de sangre.
¿Cuáles son las opciones de tratamiento?
El tratamiento de la parálisis facial varía según la causa que la esté originando y la gravedad de la condición médica que padece el paciente. En casos de parálisis de Bell, es probable que la recuperación se dé de manera espontánea en la mayoría de los pacientes. Sin embargo, algunos pueden tratar esta condición con medicamentos antivirales y corticoides. La fisioterapia facial también es una opción para mejorar la fuerza y la coordinación muscular. Es necesario usar mecanismos para proteger el globo ocular, ya que el párpado no cierra. Se tomarán medidas adicionales como utilizar gafas de sol, lágrimas artificiales y colocar una pesa en el párpado superior para que cierre por gravedad.
En situaciones más complejas como en la parálisis ocasionada por traumatismos o tumores, se puede considerar la intervención quirúrgica, para la descompresión del nervio facial o la transferencia de nervios y músculos desde otras partes de cuerpo. Si no ha transcurrido más de 1 año desde la parálisis es posible abordar la situación realizando transferencias nerviosas, pero si , por el contrario, ha transcurrido más de este tiempo se hará un trasplante en el que se transferirá un músculo, vasos y nervios al área afectado. Estas opciones se reservan para casos específicos y se evalúan cuidadosamente según la situación clínica de cada paciente.
Para finalizar, la parálisis facial es una condición que puede surgir por diversas razones, desde infecciones hasta trastornos neurológicos. El diagnóstico temprano y el tratamiento adecuado son fundamentales para aumentar las posibilidades de recuperación. La atención médica integral, que abarque desde la rehabilitación física hasta el apoyo emocional, es esencial para afrontar esta condición de manera efectiva y mejorar la calidad de vida de los afectados.
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